En el mundo actual, sentirse feliz resulta sospechoso, cursi, loco, inmoral, vergonzoso; la mayoría de la gente confiesa con frecuencia y cierta comodidad, que es infeliz. De tal manera que si alguien se sospecha a sí mismo feliz, tiene el impulso de esconderlo, además siente una especie de superstición amenazante: “si lo digo se esfumará”. Pensado de esa equivocada manera, terminamos estropeando la cereza que adorna el pastel de la felicidad, la felicidad de comunicar nuestra felicidad. Hoy me siento feliz. (Afortunado diría Aristóteles)
Jorge A Ornelas Lizardi, 18 de Mayo de 2010
